Y es que cuando llegamos a su desembocadura con el río Guadalquivir sus fondos estaban colmatados de sedimentos con solo una cuarta para navegar. Además los sedimentos estaban muy blandos y en caso de haber necesitado salir de la embarcación hundiríamos nuestras piernas hasta las rodillas o incluso hasta más arriba con el consiguiente peligro de quedarnos atrapados.
El Siete Arroyos, que recoge aguas desde más al norte de Castilblanco y que el que le pusiera el nombre se quedó corto, porque si te pones a contarlos supera la veintena de regatos que en él confluyen, desemboca poco más al sur de Villaverde hasta casi donde pensábamos subir, con la creencia que las aguas caídas este invierno habrían limpiado sus aguas, que en otras ocasiones hemos visto con aspecto poco atractivo.
Paco y yo nos quedamos algo decepcionados, pero pusimos rumbo a la curva de Brenes y listo.
Esta era la ruta que pensábamos hacer.
Y esta la que finalmente hicimos.
Aquí está Paco enseñando la profundidad que tiene el arroyo.
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