Quedamos citados un grupo de kayakistas bajo el puente de la carretera que une Villaverde y Brenes con objeto de bajar el Guadalquivir hasta el meandro de Brenes y después regresar al punto de origen para no tener que estar yendo y viniendo con los coches. Unos 15 Km. aproximadamente, ida y vuelta. Éramos Paco (Guadiato 16), Javier (Remi 04), Manuel, José María y yo. También esperábamos a Agustín pero no se presentó.
Quedamos sobre las 8.00 y a las 8.30 ya estábamos en el agua. Estos días de calor es mejor empezar tempranito y aunque tuvimos que salir de casa con las luces del coche encendidas merece la pena.
Hicimos una travesía tranquila ayudados de viento de levante en el tramo que el río tiene esta orientación. Al llegar al afluente Siete Arroyos nos adentramos en él, pues teníamos esa recomendación, de Baldomero, en el foro de Rompidokayak. Paco y yo nos quedamos un poco remisos a la entrada pues la superficie estaba espesa como una sopa, llena de algas verdes y pardas, totalmente estanca, sin ningún movimiento de agua; pero tirados por el impulso de los tres compañeros que nos precedían, les seguimos. Es cierto que el arroyo no tenía mal olor, que la superficie de algas lo hacía más salvaje y apetecible navegar pero la incógnita de lo que contenían sus aguas todavía me asalta y espero que alguien que lo sepa me lo explique para ver si desmonto mi propio razonamiento. De cualquier forma fue la sorpresa de la ruta y yo creo que al final nos satisfizo a todos el adentrarnos por esos parajes.
Salimos del arroyo con los kayaks ribeteados de algas o vaya usted a saber de qué y en pocos minutos alcanzamos el meandro de Brenes donde descubrimos un lugar para desembarcar y donde hicimos un descanso y tomamos algo para reponer fuerzas. Javier y yo fuimos a investigar otro posible lugar para desembarcar con sombra pero resultó que el fondo era más tierno y cenagoso.
Finalmente nos volvimos satisfechos y en el mismo tramo que antes el viento nos ayudaba lo volvimos a encontrar, ahora en contra, pero sin plantear ninguna dificultad.
A lo largo de la travesía, pero sobre todo a las horas más tempranas, nos cruzamos con garzas reales, garzas imperiales, martinetes, garcetas, diferentes tipos de patos... y muchos más que no supe reconocer.
Los 15 kilómetros programados se convirtieron en casi 20 por el añadido del arroyo Siete Arroyos del que he tratado de investigar en la red pero con poco éxito, sobre todo en lo que se refiere al contenido de sus aguas.
Terminamos sobre las 13.30 y tras una cervecita nos fuimos para casa.
Nos vemos en nuevas rutas...
Fotos que hizo Paco
Quedamos sobre las 8.00 y a las 8.30 ya estábamos en el agua. Estos días de calor es mejor empezar tempranito y aunque tuvimos que salir de casa con las luces del coche encendidas merece la pena.
Hicimos una travesía tranquila ayudados de viento de levante en el tramo que el río tiene esta orientación. Al llegar al afluente Siete Arroyos nos adentramos en él, pues teníamos esa recomendación, de Baldomero, en el foro de Rompidokayak. Paco y yo nos quedamos un poco remisos a la entrada pues la superficie estaba espesa como una sopa, llena de algas verdes y pardas, totalmente estanca, sin ningún movimiento de agua; pero tirados por el impulso de los tres compañeros que nos precedían, les seguimos. Es cierto que el arroyo no tenía mal olor, que la superficie de algas lo hacía más salvaje y apetecible navegar pero la incógnita de lo que contenían sus aguas todavía me asalta y espero que alguien que lo sepa me lo explique para ver si desmonto mi propio razonamiento. De cualquier forma fue la sorpresa de la ruta y yo creo que al final nos satisfizo a todos el adentrarnos por esos parajes.
Salimos del arroyo con los kayaks ribeteados de algas o vaya usted a saber de qué y en pocos minutos alcanzamos el meandro de Brenes donde descubrimos un lugar para desembarcar y donde hicimos un descanso y tomamos algo para reponer fuerzas. Javier y yo fuimos a investigar otro posible lugar para desembarcar con sombra pero resultó que el fondo era más tierno y cenagoso.
Finalmente nos volvimos satisfechos y en el mismo tramo que antes el viento nos ayudaba lo volvimos a encontrar, ahora en contra, pero sin plantear ninguna dificultad.
A lo largo de la travesía, pero sobre todo a las horas más tempranas, nos cruzamos con garzas reales, garzas imperiales, martinetes, garcetas, diferentes tipos de patos... y muchos más que no supe reconocer.
Los 15 kilómetros programados se convirtieron en casi 20 por el añadido del arroyo Siete Arroyos del que he tratado de investigar en la red pero con poco éxito, sobre todo en lo que se refiere al contenido de sus aguas.
Terminamos sobre las 13.30 y tras una cervecita nos fuimos para casa.
Nos vemos en nuevas rutas...
Fotos que hizo Paco
Muy bueno, como siempre. También a mi me dejaron esas "aguas" un poco... intranquilo?
ResponderEliminarAún así, mereció la pena. Y mucho.
agustin, el agua estaba como para hacer virages submarinos , gracias por el reportaje .
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