A las ocho ya estábamos en el punto de encuentro y antes de las ocho y media ya estábamos en el agua. El llegar tan tempranito tiene la ventaja que además de ver la amanecida, después te pegas una siesta que no veas. Jejeje. Y si para colmo te quedas viendo estos vídeos relajantes del río, es que te quedas grogui casi de inmediato, jejeje.
En esta ocasión éramos tres: Paco (Guadiato16), José María y yo.
Teníamos la intención de dar prioridad a la subida hasta Cantillana por el río Viar, que desemboca a escasa distancia del punto de salida, en los puestos de pescadores, pero casi que no llegamos ni a la mitad debido a lo poco salubre de sus aguas. ¡Qué pena que lleguen así sus aguas al río grande! A la altura del cruce con las líneas de alta tensión nos dimos la vuelta y continuamos la ruta hacia Cantillana, ahora por el Guadalquivir.
La temperatura era agradable, sobre todo después de los días de canícula en la semana anterior donde llegamos a sobrepasar los 41ºC. La ausencia total de viento daba a la superficie del río y a su bosque de ribera un aspecto de quietud y serenidad que llegaba a sobrecoger. Algunas aves se levantaban de sus ramas a nuestro paso y las garzas reales nos escoltaban con su vuelo ralentizado y elegante. Se podía sentir el silencio. Ese silencio que, a veces, se añora tanto por la contaminación acústica a que estamos sometidos.
Poco a poco y casi sin darnos cuenta, tras una curva ensanchada, nos apareció la silueta de la presa de Cantillana, hermana de la de Alcalá del Río por su parecido y características constructivas. Las dos muy criticadas por algunos ecologistas que, entre otras cosas, le achacan la desaparición del esturión que por aquí llamamos sollo, Bueno... llamábamos, porque ya no se habla de él... pero esto es otra historia.
Hicimos un descanso frente a la presa en una superficie artificial en su formación, seguramente para seguir extrayendo áridos como ocurre en Alcalá del Río. Un terreno que casi tapona el río y solo deja una franja para la salida de la poca agua que dejan escapar las turbinas de la central hidroeléctrica. Para nosotros, en esta ocasión nos vino fenomenal porque casi no existen sitios a lo largo de la ruta para poder desembarcar en sus orillas por el espeso bosque de ribera.
Al regreso, vuelta a disfrutar con toda esta belleza ambiental. Aproveché entonces, para hacer la película en el descenso ya que a la subida por tener el sol enfrente solo pude sacar fotos.
Bien... pues aquí abajo está el recuerdo...
En esta ocasión éramos tres: Paco (Guadiato16), José María y yo.
Teníamos la intención de dar prioridad a la subida hasta Cantillana por el río Viar, que desemboca a escasa distancia del punto de salida, en los puestos de pescadores, pero casi que no llegamos ni a la mitad debido a lo poco salubre de sus aguas. ¡Qué pena que lleguen así sus aguas al río grande! A la altura del cruce con las líneas de alta tensión nos dimos la vuelta y continuamos la ruta hacia Cantillana, ahora por el Guadalquivir.
La temperatura era agradable, sobre todo después de los días de canícula en la semana anterior donde llegamos a sobrepasar los 41ºC. La ausencia total de viento daba a la superficie del río y a su bosque de ribera un aspecto de quietud y serenidad que llegaba a sobrecoger. Algunas aves se levantaban de sus ramas a nuestro paso y las garzas reales nos escoltaban con su vuelo ralentizado y elegante. Se podía sentir el silencio. Ese silencio que, a veces, se añora tanto por la contaminación acústica a que estamos sometidos.
Poco a poco y casi sin darnos cuenta, tras una curva ensanchada, nos apareció la silueta de la presa de Cantillana, hermana de la de Alcalá del Río por su parecido y características constructivas. Las dos muy criticadas por algunos ecologistas que, entre otras cosas, le achacan la desaparición del esturión que por aquí llamamos sollo, Bueno... llamábamos, porque ya no se habla de él... pero esto es otra historia.
Hicimos un descanso frente a la presa en una superficie artificial en su formación, seguramente para seguir extrayendo áridos como ocurre en Alcalá del Río. Un terreno que casi tapona el río y solo deja una franja para la salida de la poca agua que dejan escapar las turbinas de la central hidroeléctrica. Para nosotros, en esta ocasión nos vino fenomenal porque casi no existen sitios a lo largo de la ruta para poder desembarcar en sus orillas por el espeso bosque de ribera.
Al regreso, vuelta a disfrutar con toda esta belleza ambiental. Aproveché entonces, para hacer la película en el descenso ya que a la subida por tener el sol enfrente solo pude sacar fotos.
Bien... pues aquí abajo está el recuerdo...
Que buenas las fotos y el video da una sensacion de tranquilidad y paz!!Lo unico que me choca un poquitin es el color del agua.....será porque nunca he remado en rios y estoy acostumbrada a los colores azules del mar!!!
ResponderEliminarRealmente el sitio da esa sensación de paz, y si el vídeo, ayudado de esa música celta, lo transmite, es lo que quería.
ResponderEliminarDesde luego los colores del agua no son comparables con los del mar y especialmente con Baleares o el Mediterráneo. Normalmente el río, en verano, tiene un color verdoso por las algas pero sus aguas, si están asentadas, son más o menos limpias. En deteminados tramos se nota más la turbidez provocada por los limos y desgraciadamente, en los tramos de los afluentes como el Viar, en esta entrada o en el Siete Arroyos de la entrada anterior, el deterioro es más que preocupante por el aporte de las aguas sucias de las poblaciones cercanas. Supuestamente deberían ser depuradas, pero... nosé, no sé. En el afluente el Viar nos tuvimos que volver porque la cosa era evidente.
En invierno, las aguas del Guadalquivir, cuando pasan por Sevilla son de color marrón por el arrastre de materiales, limos y barro.
Hombre, un poquito de "reparo" si que dá, pero después de el Viar, las aguas corrientes del Río Grande nos parecian deliciosas.
ResponderEliminarFenomenal el video, claro que los figurantes le dan mucho "caché".
Jejeje.
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